Fundación Mapfre presentó ayer en Madrid la exposición Brassaï. Un completo recorrido por la trayectoria del famoso fotógrafo nacido Transilvania, cuya obra enriqueció enormemente la fotografía como forma de expresión artística durante el período de entreguerras. En la presentación participaron el comisario de la exposición, Peter Galassi —conservador jefe del Departamento de Fotografía del Museo de Arte Moderno de Nueva York entre 1991 y 2011— y el director de Cultura de Fundación Mapfre, Pablo Jiménez Burillo.
La muestra es la más completa retrospectiva de Brassaï organizada desde el año 2000 (Centro Pompidou) y la primera que tiene lugar en España desde 1993. Cuenta con el préstamo excepcional del Estate Brassaï Succession (París) y fondos procedentes de importantes instituciones y colecciones particulares de origen norteamericano y europeo como The Art Institute of Chicago, The Museum of Fine Arts (Houston), The Metropolitan Museum of Art (Nueva York), The Museum of Modern Art (Nueva York), el Musée National d’art moderne-Centre Pompidou (París), The Philadelphia Museum of Art, The San Francisco Museum of Modern Art, David Dechman y Michel Mercure, ISelf Collection (Londres), y Nicholas y Susan Pritzker.
Las dos secciones dedicadas al París de los años treinta son las grandes protagonistas de la exposición organizada en 12 secciones temáticas que reúnen más de 200 piezas: fotografías de época, dibujos, una escultura y material documental.
Gyulá Halász, Brassaï, (Brasov, Transilvania, 1899-Beauliue-sur-Mer 1984) llegó a París tras estudiar arte en Budapest y en Berlín con una clara determinación: hacerse famoso con su pintura. Era el año 1924. Tras la I Guerra Mundial, la capital francesa se había convertido una vez más en el centro neurálgico de las vanguardias culturales europeas. Pero al futuro pintor le duraron los pinceles lo que tardó en hacerse con una cámara. Pronto encontró una fuente de ingresos en la venta de artículos, caricaturas y fotografías a periódicos y otros medios ilustrados. Esto le empujó a dejar el dibujo y la pintura, disciplinas por las que, no obstante, seguiría sintiendo gran devoción.
La ciudad de París se convirtió en el tema principal de su trabajo: su día a día, su apariencia y su vitalidad nocturnas. Gracias a su extraordinaria sutilidad en el tratamiento de la luz y los detalles, Brassaï logró instantáneas que se convertirían en iconos culturales, símbolos de una época y testimonios de su irresistible fascinación por la capital francesa. Su obra alcanzó enseguida un incuestionable reconocimiento no sólo en los círculos de la fotografía artística. También en la industria turística y los circuitos fotográficos comerciales.
El 12 de junio de 1940, dos días antes de que el ejército alemán entrara en París, Brassaï abandonó la ciudad. Regresó en octubre y permaneció allí durante el resto de la ocupación. Como se negaba a colaborar con los alemanes, su libertad para fotografiar se redujo de forma considerable, así que el encargo de Picasso de fotografiar sus esculturas se convirtió en su única fuente de ingresos. Tal vez por ello volvió a dibujar y a esculpir y empezó a explorar su notable talento como escritor.
A partir de 1945, gracias a los numerosos encargos de la revista Harper’s Bazaar, volvió a dedicar parte de su tiempo a la fotografía y a viajar regularmente. Edimburgo, España, Marruecos, Italia, Grecia, Turquía son algunos de los lugares que visitó durante estos años.
A principios de la década de 1950 Brassaï ya era un fotógrafo famoso. En 1955, el Art Institute of Chicago acogió la primera de sus exposiciones individuales en un museo estadounidense. Un año después, el MOMA de Nueva York inauguró Language of the Wall. Parisian Graffiti Photographed by Brassaï. Su trabajo fue reconocido como una de las piedras angulares de la nueva corriente fotográfica surgida entre las dos guerras mundiales, descubriendo el potencial de las escenas cotidianas. De esta manera recuperó la fotografía como medio creativo, generador de imágenes de una fuerte evocación poética y visual que trascendía su carácter meramente documental.
Cuando esta tradición empezó a ser celebrada en los años setenta, el trabajo de Brassaï fue reconocido como uno de sus grandes referentes, convirtiéndose en figura fundamental de la historia de la fotografía del siglo XX.
Tras su paso por Barcelona y Madrid, donde permanecerá hasta el 2 de septiembre en la Sala Recoletos de la Fundación, se expondrá en el San Francisco Museum of Modern Art.