El BCE acelera el euro digital mientras persisten dudas sobre privacidad y estabilidad financiera

El proyecto del euro digital entra en una fase decisiva en plena negociación política en la Unión Europea y dudas sobre su seguridad.

El proyecto del euro digital entra en una fase decisiva en plena negociación política en la Unión Europea. Tras cerrar la fase de investigación en 2023, el Banco Central Europeo (BCE) avanza en la preparación técnica de la nueva moneda minorista, con pilotos, pruebas de infraestructura y el diseño de una tarjeta física que permitiría pagos offline. Sin embargo, el reglamento que permitirá su emisión sigue encallado en el Parlamento Europeo, donde los legisladores exigen garantías sobre privacidad, protección de datos y compatibilidad con la banca tradicional.

Si la normativa sale adelante, el BCE decidirá entre 2026 y 2027 si emite el euro digital. Hasta entonces, la institución trabaja en la infraestructura técnica, consciente de que la adopción masiva de esta moneda digital podría transformar la relación entre ciudadanos y dinero.

Privacidad y vigilancia: el principal debate sobre el euro digital

Entre las voces críticas se encuentra Abel Marín, abogado y socio de Marín & Mateo Abogados, quien alerta sobre los riesgos del euro digital: “No es anónimo, ni libre, ni tangible. Es un apunte en una base de datos controlada, emitido sin respaldo físico y sin garantía de privacidad”, señala. Marín advierte que el acceso del Eurosistema a los datos de pagos online podría derivar en vigilancia masiva y control de hábitos de gasto, además de generar riesgos de ciberseguridad.

El BCE asegura que los pagos offline ofrecerán privacidad similar al efectivo, pero reconoce que las transacciones online no serán anónimas. Este punto se ha convertido en el eje central del debate político y social sobre la conveniencia y diseño de la moneda digital.

Dependencia tecnológica y riesgos de apagón

El proyecto también enfrenta cuestionamientos por su dependencia tecnológica. El apagón del 28 de abril de 2025, que afectó a varias regiones europeas, puso de manifiesto la vulnerabilidad de un sistema completamente digital: millones de ciudadanos podrían quedar temporalmente sin acceso a su dinero. Este riesgo refuerza la importancia de mantener el efectivo físico como respaldo.

Impacto en la banca y en el efectivo

Documentos internos del BCE anticipaban que un alto nivel de adopción del euro digital podría desplazar parte del efectivo y afectar a la liquidez de los bancos comerciales. El límite de almacenamiento de 3.000 euros, diseñado para evitar traslados masivos de depósitos, sigue generando incertidumbre sobre la capacidad de la banca para otorgar créditos si se produce un cambio masivo hacia el dinero digital.

Un proyecto ¿necesario o prematuro?

Defensores del euro digital argumentan que Europa debe reaccionar ante la expansión del yuan digital en China y la creciente discusión sobre un dólar digital en Estados Unidos, para mantener su influencia monetaria internacional. No obstante, críticos como Marín cuestionan la necesidad real de introducir una nueva moneda minorista, ya que los sistemas de pago digitales actuales —Bizum, PayPal, BNPL o monederos digitales— permiten operar de manera eficiente sin alterar la arquitectura financiera.

El futuro del euro digital dependerá de la capacidad del BCE y del Parlamento Europeo para resolver las cuestiones de privacidad, estabilidad y encaje jurídico, definiendo un marco claro antes de su posible emisión entre 2026 y 2027.

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