La sanidad privada reclama un papel complementario y coordinado en la preparación ante las epidemias

Clínica IMQ Zorrotzaurre se pone en valor el papel de la sanidad privada para anticipar y responder a futuras amenazas epidemiológicas.

Con motivo del Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias, que se conmemora cada 27 de diciembre por iniciativa de la Asamblea General de las Naciones Unidas, desde la Clínica IMQ Zorrotzaurre se pone en valor el papel de la sanidad privada como agente complementario dentro del sistema sanitario para anticipar y responder de forma eficaz a futuras amenazas epidemiológicas.

Según recuerda la ONU, la preparación ante las epidemias exige reconocer “la responsabilidad primordial de los gobiernos y la contribución indispensable de todas las partes interesadas” para hacer frente a los retos sanitarios globales. En este contexto, la doctora Esmeralda Santana, especialista en Medicina Preventiva de la Clínica IMQ Zorrotzaurre, subraya que “la sanidad privada puede y debe ser un actor complementario y coordinado en la preparación ante las epidemias”, aportando apoyo asistencial en momentos de sobrecarga, colaborando en la notificación de casos, participando en campañas de vacunación y prevención e integrándose en los planes de emergencia.

Corresponsabilidad de la sanidad privada

La especialista destaca la prevención, la vigilancia y la corresponsabilidad social como pilares fundamentales para minimizar el impacto de futuras amenazas infecciosas. A su juicio, la preparación ante epidemias va mucho más allá de la reacción ante una crisis ya declarada y requiere planificación, formación, coordinación interinstitucional y una comunicación clara con la ciudadanía, especialmente en un mundo globalizado y expuesto a riesgos emergentes constantes.

La experiencia vivida con la pandemia de la COVID-19 marcó, según Santana, “un antes y un después” en la forma de entender la salud pública. “La prevención es siempre más eficaz y menos costosa que la reacción tardía”, afirma, al tiempo que pone de relieve la necesidad de contar con sistemas sólidos de vigilancia epidemiológica, planes de contingencia actualizados y una comunicación transparente basada en la evidencia científica para mantener la confianza social. Aquella crisis evidenció también la importancia de una inversión estructural y estable en salud pública y el valor de la solidaridad en todos los ámbitos.

Entre los principales riesgos epidemiológicos actuales, la doctora señala las enfermedades emergentes de origen zoonótico, la reemergencia de infecciones prevenibles por vacunas, la resistencia antimicrobiana, el impacto del cambio climático y la elevada movilidad internacional, agravada por las desigualdades sanitarias globales.

La medicina preventiva, clave para anticiparse a futuras pandemias

En este escenario, la Medicina Preventiva desempeña un papel estratégico al situarse en la confluencia entre la clínica, la epidemiología y la gestión sanitaria. Sus funciones abarcan desde el análisis de datos para detectar señales tempranas hasta la coordinación del control de brotes, la elaboración de protocolos de prevención y el asesoramiento a las autoridades sanitarias. “Sin una Medicina Preventiva fuerte, los brotes se detectan tarde y se gestionan peor”, advierte Santana.

Entre las principales herramientas para anticiparse a una epidemia, la especialista destaca la vigilancia epidemiológica integrada —humana, animal y ambiental, bajo el enfoque de Una sola salud—, los sistemas de información sanitaria ágiles, la vacunación, la formación continuada de los profesionales, los planes intersectoriales de preparación y la capacidad diagnóstica rápida. “La vigilancia sigue siendo la piedra angular de la prevención; sin ella no hay anticipación, solo reacción”, insiste.

En cuanto al papel de la ciudadanía, Santana percibe una mayor concienciación tras la pandemia, aunque advierte de su fragilidad. Por ello, insiste en la necesidad de una educación sanitaria continua y recuerda hábitos básicos como mantener al día las vacunaciones, cuidar la higiene de manos y respiratoria, evitar acudir a espacios públicos con síntomas infecciosos y confiar en fuentes de información oficiales.

Como mensaje final, la especialista subraya que “la prevención es una herramienta de protección y una responsabilidad compartida” y recuerda que las epidemias no se evitan solo desde los hospitales, sino desde la conciencia colectiva y el compromiso con la salud pública. En este sentido, concluye que invertir en prevención y educación en salud es invertir en seguridad, bienestar y futuro, prestando especial atención a los grupos más vulnerables para que nadie quede excluido por su mayor riesgo sanitario.

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