Aumenta el ictus en pacientes jóvenes: la edad media en rehabilitación se reduce

Aunque es más frecuente a partir de los 65 años, la incidencia de ictus ha aumentado en los últimos años en un 25% entre 20 y 64 años.

Aunque es más frecuente a partir de los 65 años, la incidencia de ictus ha aumentado en los últimos años en un 25% en la franja de edad entre 20 y 64 años.

Según los datos del Instituto Vasco de Estadística (Eustat), en 2023, fallecieron en Euskadi un total de 1.280 personas a causa de enfermedades cerebrovasculares, de las cuales 733 eran mujeres y 547 hombres. Por territorios, 648 casos correspondieron a Bizkaia, 442 a Gipuzkoa y 190 a Araba/Álava. En el conjunto de España, aproximadamente 120.000 personas sufren un ictus cada año. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2023 fallecieron 23.173 personas, lo que representa una disminución del 6,1% en comparación con el año anterior.

Tal y como señalaron recientemente el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas durante la aprobación de la actualización de la Estrategia del Ictus del Sistema Nacional de Salud en abril de este año, el ictus puede ocurrir a cualquier edad. Aunque es más frecuente a partir de los 65 años, la incidencia de ictus ha aumentado en un 25% en la franja de edad entre 20 y 64 años, lo que ha llevado a que la edad media de los pacientes en rehabilitación tras un ictus sea cada vez más baja.

Día Mundial del Ictus

Oihana San Juan y Nahia Zamanillo, fisioterapeuta y terapeuta ocupacional de la Unidad de Recuperación Funcional de la residencia IMQ Igurco Unbe, destacan, con motivo de la conmemoración del Día Mundial del Ictus el 29 de octubre, que «la fisioterapia y la terapia ocupacional juegan un papel esencial en la recuperación de los infartos cerebrales».

El ictus es un accidente cerebrovascular que se produce cuando el flujo sanguíneo al cerebro se interrumpe, ya sea porque un vaso sanguíneo se bloquea (ictus isquémico) o porque se rompe, provocando una hemorragia (ictus hemorrágico). Los síntomas varían según la zona y el tamaño de la lesión.

Para las profesionales de la Unidad de Recuperación Funcional, que también tiene una sede en la residencia IMQ Igurco Orue, en Amorebieta (Bizkaia), esta enfermedad provoca «un antes y un después», generando un cambio significativo en la vida del paciente y de sus familiares. «El primer paso es entender que, dependiendo del daño sufrido, la recuperación puede ser total o parcial. Tras sobrevivir a la enfermedad, comienza un largo e intenso camino de recuperación para minimizar al máximo las posibles secuelas y lograr la mayor autonomía en las actividades de la vida diaria (AVD)».

Complicaciones del ictus

Una de las principales complicaciones es la pérdida de movilidad (parálisis o paresia), aunque no es la única. La alteración en la sensibilidad, el lenguaje, así como la aparición de trastornos psicológicos y sociales, son igualmente importantes para continuar realizando las actividades diarias. En este sentido, el paciente puede perder la capacidad de movimiento en la extremidad superior, inferior o en un hemicuerpo, de forma parcial o completa. También puede tener dificultades para controlar la musculatura del tronco y cuello, lo que complica su capacidad para permanecer sentado o de pie.

Tal como explican Oihana San Juan y Nahia Zamanillo, «el tiempo de recuperación dependerá de muchos factores: de la gravedad de la lesión cerebral, de la situación previa del paciente y de las complicaciones asociadas al ictus, como infecciones respiratorias (por posible disfagia) o urinarias. Pero siempre, el proceso de recuperación debe realizarse lo más precozmente posible y de manera multidisciplinar».

Proceso de recuperación tras sufrir un ictus

Al inicio del proceso de recuperación, una vez superada la fase aguda, es necesario adaptar el entorno del paciente (habitación, domicilio…) para facilitar su autonomía. «Es fundamental prestar atención a las partes del cuerpo afectadas, cuidando especialmente la correcta alineación de las extremidades para evitar malas posiciones en la cama o al sentarse, con el fin de prevenir trastornos secundarios que provoquen fijaciones articulares, deformidades permanentes, limitaciones funcionales y dolor, como es el caso del síndrome hombro-mano. Es muy común ver que un paciente que ha sufrido un ictus, con afectación en una mano, la tenga posicionada de manera inadecuada, como con el brazo colgando de la silla. Por ello, desde el área de fisioterapia y terapia ocupacional, se instruirá a familiares y cuidadores en su manejo correcto, para aplicar y generalizar todo lo aprendido a su entorno real», explican las profesionales de IMQ Igurco.

En los primeros días tras el infarto cerebral, el paciente puede fatigarse fácilmente y encontrar difícil mantenerse sentado. La recuperación de este proceso será progresiva, aumentando los tiempos hasta reducir el encamamiento. «Existen múltiples métodos de fisioterapia y terapia ocupacional para la recuperación del paciente con daño cerebral, como el concepto Bobath, el control motor orientado a tareas o la terapia en espejo, pero en todos ellos es crucial tener una visión global del paciente», comentan.

El tratamiento debe adaptarse a la situación individual de cada paciente, «comenzando con órdenes sencillas y fáciles de interpretar, dirigidas a realizar pequeñas tareas funcionales que siempre tendrán un objetivo. Se aumentará la dificultad progresivamente hasta que el paciente sea capaz de llevar a cabo múltiples tareas motoras y cognitivas sin interferencias».

Terapia ocupacional

Desde la terapia ocupacional, se intervendrá directamente en las actividades de la vida diaria, reintegrando la extremidad superior en contextos y con objetos reales. «Es necesario reeducar y entrenar la forma de utilizar la extremidad, evitando la aparición de una actividad refleja o patrones patológicos. La estabilidad, coordinación, habilidad y fuerza son esenciales para realizar las actividades básicas de la vida diaria», enfatizan Oihana San Juan y Nahia Zamanillo.

El tratamiento es especialmente crítico durante los primeros seis meses tras el daño cerebral. Por ello, «es importante que el paciente logre patrones de movimiento lo más semejantes posibles a un patrón normal. No siempre se puede alcanzar este objetivo y, en muchas ocasiones, los pacientes requieren intervenciones de fisioterapia de por vida para reducir la espasticidad (rigidez) y prevenir posibles complicaciones», concluyen las especialistas.

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