
España se encuentra entre los últimos países en educación financiera, afectando la planificación económica, inversión y gestión de deudas de las familias.
España se sitúa en los últimos puestos en conocimientos básicos de planificación económica, inversión o gestión de deudas. Y esa carencia se traduce en decisiones poco acertadas que pueden condicionar la vida de una familia durante años: una hipoteca mal contratada, un seguro inadecuado o la falta de previsión para imprevistos.
Este dato resalta una de las principales problemáticas del sistema español: la falta de educación básica en finanzas. A pesar de ser un tema esencial en la vida diaria, las habilidades financieras a menudo se dan por sentadas, lo que lleva a muchas personas a tomar decisiones económicas equivocadas que pueden afectar su bienestar a largo plazo.
Harald Ortner, director general de OVB España
“Muchas veces, simplemente no sabemos que existen herramientas rentables al alcance de cualquiera. La educación financiera es la llave que nos abre las puertas a la estabilidad y la tranquilidad. No hace falta tener una gran cantidad de dinero para empezar a planificar. Lo importante es empezar con lo que se tiene y dejar que el hábito haga el resto”.
Comprender los conceptos básicos de finanzas personales es crucial
La falta de conocimientos financieros no solo repercute en las decisiones individuales, sino también en la economía en general. Por ejemplo, la ausencia de planificación financiera puede llevar a problemas de endeudamiento o a la subutilización de recursos como los fondos de pensiones, que son clave para garantizar la estabilidad económica en la jubilación.
El cambio de mentalidad ya se empieza a notar
“Hace veinte años, el enfoque financiero era cortoplacista. Hoy, cada vez más familias entienden que es necesario contar con una estrategia a medio y largo plazo”, añade Ortner. El reto, sin embargo, es pasar del desconocimiento a la acción: dejar de improvisar con el dinero para establecer objetivos claros, tomar decisiones informadas y revisar periódicamente el rumbo.
Transformar hábitos
La educación financiera no consiste en memorizar conceptos, sino en transformar hábitos. Elaborar un presupuesto realista que refleje ingresos y gastos, aprender a distinguir entre necesidades y deseos o planificar con antelación la educación de los hijos son pasos sencillos que multiplican las probabilidades de estabilidad. Esa disciplina, aplicada con constancia, convierte la gestión del dinero en un aliado de la vida cotidiana en lugar de una fuente de tensión.
Acompañamiento profesional
“Contar con un consultor financiero debería ser tan normal como acudir al médico o al abogado. No se trata de vender productos, sino de diseñar estrategias adaptadas a la situación y objetivos de cada persona o familia”, explica Ortner. Por eso cada vez más personas buscan asesoramiento en etapas clave.
Desde quienes reciben su primera nómina, hasta quienes planifican la jubilación o buscan garantizar el futuro académico de sus hijos. “OVB está firmemente comprometido con la creación de una sociedad financieramente más saludable, en la que las personas puedan tomar decisiones informadas y responsables sobre su economía personal. Esto incluye la promoción de conocimientos básicos sobre inversión, planificación y gestión de deudas”, añade.
La educación financiera también actúa como motor de igualdad
Quien no entiende un contrato suele pagar más. Quien no sabe comparar, pierde oportunidades. Esta brecha no depende de los ingresos, sino de la información. Por eso, enseñar en casa cómo funciona el crédito, el presupuesto o la inversión no solo prepara a la siguiente generación, sino que ayuda a los adultos a revisar sus propios hábitos y a relacionarse de forma más consciente con el dinero.
El cambio no exige grandes gestos
Revisar anualmente seguros y préstamos, dedicar unos minutos al inicio de cada mes a organizar las cuentas o automatizar ciertas decisiones financieras son acciones simples que generan claridad y control. Y en un contexto de inflación y costes crecientes, aprender a gestionar el dinero ya no es un lujo: es una necesidad esencial.
Como concluye Ortner, “el verdadero cambio está en el hábito. Cada decisión cuenta y cada paso, por pequeño que parezca, acerca a un futuro más seguro”. La educación financiera no es solo un recurso para mejorar la economía doméstica: es un catalizador de cambio social que eleva la seguridad de las familias, fortalece la estabilidad del país y reduce desigualdades. Cuando una persona aprende a gestionar su dinero, no sólo transforma su vida: también la de quienes le rodean.