Fundación Mapfre ha presentado en Barcelona la exposición Shomei Tomatsu, un recorrido por el Japón devastado durante la II Guerra Mundial a través de la mirada singular de este fotógrafo nipón.
En la presentación de la muestra han participado el comisario de la exposición, Juan Vicente Aliaga, y Pablo Jiménez Burillo, director del Área de Cultura de Fundación Mapfre.
Shomei Tomatsu (Nagoya, Aichi, 1930–Naha, Okinawa, 2012) se inicia en la fotografía de forma autodidacta mientras cursa estudios de economía en la universidad. Tenía sólo veinte años, pero la técnica no le era ajena. Aunque su idea inicial planeaba porl el universo del surrealismo, pronto se centró en la realidad de su país, documentando más de medio siglo de historia sin caer en el fotoperiodismo. Creador de la influyente agencia de fotógrafos VIVO, junto con Ikko Narahara, Eikoh Hosoe, Kikuji Kawada, Akira Tanno y Akira Sato, destaca por haber sido el primer artista japonés en presentar una exposición individual en The Metropolitan Museum de Nueva York.
La exposición presenta a través de 180 fotografías más de seis décadas de la historia japonesa, respondiendo a los diversos intereses que atrajeron la atención del artista. Ordenadas de forma temática, las obras indagan en primer lugar en los daños producidos por el conflicto bélico, las consecuencias de las inundaciones y la influencia de la ocupación americana. El objetivo de Tomatsu se detiene especialmente sobre los efectos nucleares en Nagasaki, retratando con sumo tacto a algunas víctimas —siempre con su consentimiento—. Muestra el sufrimiento infinito que les atormentó durante el resto de sus vidas también a través de los objetos destruidos: un reloj, una botella deformada, una camisa rota…
El recorrido continúa con la reconstrucción. El renacer de un país que, a partir de la década de los 60, experimenta una profunda transformación social que Tomatsu inmortaliza en las dos siguientes secciones: La experiencia de Eros y La Irrupción de los rebeldes.
En ellas, la mirada de Tomatsu muestra el impacto del boom económico japonés en la década de 1960, haciéndose eco de la profunda transformación social que experimentó el país durante la segunda mitad del siglo XX. Su estética personal y vanguardista plasma en imágenes audaces las revueltas estudiantiles y las transgresiones de una contracultura japonesa que comenzaba entonces a aflorar. Tomatsu afirmó que el uso del blanco y negro lo asociaba a la presencia estadounidense en Japón, mientras que el color era una afirmación de la vida redescubierta en Okinawa que visitó por primera vez en 1969 y donde residió durante sus últimos años.
A partir de 1980 los intereses de Shomei Tomatsu giran hacia realidades más profundas. Comienza así a explorar las raíces de su país, la religión, los ideales estéticos y la cultura tradicional, que plasma en la serie Kioto. También la naturaleza, los rituales y los objetos que la rodean se convierten en el centro de su mirada, mostrándola en todo su esplendor. Tal fascinación adquiere una especial magnitud en la serie Sakura, donde el cerezo en floración se convierte en metáfora de la belleza.
En 1986, a raíz de una enfermedad coronaria y tras un largo periodo de convalecencia, empieza a observar en la prefectura de Chiba los residuos acumulados en la arena negra de la playa. Lo artificial y lo natural conviven en las extrañas fotografías que configuran la serie Plásticos (1988‐1989).
La exposición finaliza con la serie Japón Moderno, compuesta por imágenes en las que el fotógrafo muestra la otra cara de la transformación de Japón a partir de la década de los 60. En sus fotografías cargadas de escepticismo, muestra la contaminación del suelo el humo que emerge de los complejos petroquímicos o el apretado cableado de la estructura de un edificio.
La muestra Shomei Tomatsu cuenta con los excepcionales préstamos del legado de Shomei Tomatsu, del Tokyo Photographic Art Museum y de The National Museum of Modern Art, de la Colección Per Amor a l’Art, Valencia y Taka Ishii Gallery Photography / Film de Tokio.