La alimentación, la educación y las relaciones sociales están entre los factores para vivir más y mejor
Conocer la probabilidad de sufrir cáncer o diabetes y ponerle freno a tiempo comienza a ser posible. La medicina es ahora más regenerativa, preventiva y predictiva que nunca. La utilización de técnicas para reparar órganos y tejidos enfermos, corregir genes e incluso modificar el ADN está comenzando a sustituir a los métodos de la medicina tradicional con el objetivo de vivir más y mejor. Antes de que aparezcan los primeros síntomas, la ciencia ya permite conocer la predisposición individual a padecer una enfermedad y tomar decisiones que mejoren la edad biológica, el mejor indicador de estado real del organismo que permite calcular la longevidad y alargar la esperanza de vida.
Así lo han destacado recientemente varios expertos en medicina antienvejecimiento en un acto que se ha celebrado en Madrid con motivo de la presentación del libro Longevidad y envejecimiento en el tercer milenio: nuevas perspectivas. Se trata de una obra editada por Fundación Mapfre que aborda el estudio de estos dos fenómenos, “auténticos desafíos para la sociedad actual”, desde el punto de vista de la demografía, la economía, la sanidad, la biología y la ciencia actuarial, entre otros.
La obra ha sido escrita por José Miguel Rodríguez-Pardo, profesor de Ciencias Actuariales en la Universidad Carlos III de Madrid, y Antonio López Farré, profesor de la Facultad de Medicina (UCM). Ambos han logrado realizar “un enfoque original acerca de la longevidad que hace referencia a la importancia de la medicina preventiva y la predictiva para luchar contra el envejecimiento e incrementar la esperanza de vida, que en España actualmente supera los 80 años”.
En esta línea, la obra subraya que la medicina preventiva trata de evitar el desarrollo de enfermedades mediante el control de los factores de riesgo, y la predictiva averigua las enfermedades que una persona podría llegar a desarrollar, -enfermedades definidas en su carga genética-. Su meta es establecer un tratamiento preventivo precoz en base a millones de datos fisiológicos, genéticos y moleculares que pueden ayudar en la toma de decisiones en salud.
Según los autores, “esta posibilidad, que por sí misma ya es potencialmente aplicable al cuidado de la salud, también puede serlo en un futuro no muy lejano en el ámbito actuarial para calcular las primas de riesgo al establecer un seguro de salud o de vida”.
Dar a conocer el estilo de vida de los más longevos también es objeto del libro, que según los autores, está marcado por la alimentación, la actividad física, el nivel económico, la educación, las relaciones sociales y el medio ambiente. Son las piezas del puzzle que permiten aumentar la esperanza de vida “en forma”.
El libro también analiza las características de los países, pueblos y personas con máxima supervivencia, y en este sentido destaca un denominador común en todas ellas: su alimentación es baja en calorías, rica en antioxidantes y baja en glucosa, practican ejercicio físico moderado y han sufrido estrés moderado. Así son los hábitos de los habitantes de Icaria, una isla griega donde seis de cada diez persona superan los 90 años, principalmente debido al aire fresco, la vida sencilla, la ingesta de verduras, su media hora de siesta diaria y sus paseos por terreno montañoso.
Vicente Lahera, catedrático de Fisiología y coordinador del Grupo de Investigación Cardiovascular y Metabólica de la UCM, que también participó en el acto, se ha referido a la filosofía de vida antiaging, que consiste en desarrollar distintas pautas para llegar al final de la existencia “en óptimas condiciones”. Entre estas destaca que la persona aprenda a liderar su propia vida, que viva con el máximo entusiasmo y positivismo, y que practique técnicas como el yoga, “para mejorar la vida y rebajar el nivel de estrés” y la meditación o mindfullness. Esto aporta “efectos beneficiosos no solo a nivel fisiológico, sino sobre la expresión génica de factores relacionados con la salud y la enfermedad”.