
Análisis de los desafíos emocionales y financieros tras ganar un premio de lotería. Manuel Alonso, de OVB España, detalla la importancia de evitar decisiones impulsivas para proteger el patrimonio.
Tanto si llega un premio como si no, la lotería es una prueba emocional y financiera, y en esa combinación es fácil equivocarse.
Manuel Alonso, director comercial de OVB España
“Cuando alguien recibe un dinero inesperado, las emociones suelen ocupar el lugar de la reflexión”, explica . “El mayor riesgo no es la inversión, es la prisa. Las decisiones impulsivas pueden convertir una buena noticia en un problema a medio plazo”.
Según Alonso, el primer paso para cualquier premiado es tan simple como difícil: no hacer nada. No anunciarlo, no gastarlo, no tomar decisiones en caliente. “Un premio activa una euforia lógica, pero también puede generar una sensación falsa de abundancia. Dejar pasar unos días ayuda a recuperar claridad y evitar errores comunes”, señala.
El segundo paso es aterrizar el importe real
Los primeros 40.000 euros están exentos de impuestos, pero el resto tributa al 20 %. “Cada año vemos personas que empiezan a gastar pensando que reciben más de lo que realmente les queda”, apunta Alonso. “Hacer números desde el principio evita desajustes que luego pesan”.
Una vez conocido el importe neto, llega la pregunta clave: ¿qué hacer con él? Las recetas universales no funcionan; lo que importa es el equilibrio. Alonso propone dividir mentalmente el premio en tres bloques: protección, disfrute y futuro.
En el bloque de protección entran decisiones como amortizar deudas caras o crear un fondo de emergencia. “Reducir deuda es una de las formas más rápidas de mejorar la estabilidad financiera”, afirma. “No es llamativo, pero tiene un impacto enorme: menos intereses y más margen cada mes”.
El segundo bloque es el del disfrute razonable, que también tiene un papel importante. “Un premio no solo debe servir para ordenar las cuentas; también para cumplir un deseo aplazado”, explica. “El equilibrio es lo que hace sostenible cualquier decisión”.
El tercer bloque es el del futuro, donde entran el ahorro estructurado y las inversiones prudentes. Aquí Alonso introduce una advertencia: “Un ingreso extraordinario no convierte a nadie en experto. Antes de invertir, hay que entender el nivel de riesgo y tener una estrategia. La diversificación no es una moda, es protección”.
Alonso comparte un caso habitual
Una familia que asesoraron tras recibir un premio moderado. “Su primera intención era hacer una reforma completa. Pero al revisar su situación, vieron que tenía más sentido amortizar parte de la hipoteca, construir un fondo de emergencia y reservar una parte pequeña para un viaje. Tres años después seguían agradeciendo esa decisión”.
¿Y si no toca? La respuesta de Alonso es clara: “La lotería puede ser un impulso, pero la planificación es la que cambia la vida. No ganar no significa perder una oportunidad; significa que la oportunidad está en otra parte”. La mayoría de las personas que desean que les toque no buscan lujo, sino alivio: pagar deudas, tener un ahorro o ganar estabilidad. Y eso, insiste, sí es alcanzable sin premios.
“El sorteo es un espejo”, explica. “Revela lo que nos gustaría mejorar si tuviéramos un ingreso extra. Pues bien, esa lista puede convertirse en un plan realista para 2025: amortizar poco a poco, automatizar un ahorro, revisar seguros, ordenar gastos. No es tan emocionante como el Gordo, pero es eficaz”.
“Ganar o no ganar cambia el día, pero no cambia la vida. Lo que la cambia son las decisiones que tomamos con constancia y criterio”. Y añade con ironía: “La suerte no es una estrategia financiera. La planificación, sí”.
El sorteo dura unas horas. La tranquilidad financiera dura años. Y esa estabilidad no depende del azar, sino de cómo pensamos y actuamos después de que los niños de San Ildefonso terminen de cantar.