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Cada vez más y más jóvenes, animados o no por sus padres, apuestan por hacer un tipo diferente de mili: la experiencia de pasar unos meses o un año estudiando o trabajando en el extranjero. Para ayudar a hacer frente a los imprevistos y problemas de una aventura así cobra sentido el seguro de viajes al extranjero para estudiantes. Veamos en qué consiste.
Un texto de Diego Fernández Torrealba
Varios lustros después de la desaparición del servicio militar obligatorio, muchos de nuestros jóvenes, cada vez más, siguen haciendo otra especie de mili: pasar un curso lectivo en el extranjero trabajando, estudiando o ambas cosas a la vez. Los beneficios de una experiencia así son múltiples: aprenden a valerse por sí mismos, se socializan, lo pasan bien (a veces demasiado) y se empapan de otra cultura e idioma.
Parece una situación idílica, pero no deja de entrañar numerosos riesgos y complicaciones. El tiempo de ausencia es elevado, las situaciones conflictivas o complicadas se producen sí o sí y el joven debe además afrontarlas sin la ayuda directa de sus padres y su entorno. Y, sin su apoyo, no está de más contar con el respaldo de un seguro de viaje para estudiantes.
¿A quiénes van dirigidos? A todo tipo de jóvenes, e incluso no tan jóvenes, que vayan a estudiar o trabajar a otro país. Por eso es crucial conocer si podremos contar con un seguro que nos cubra en nuestro lugar de destino. La gran mayoría tienen vigencia en las naciones europeas, aunque algunos cubren países mediterráneos y otros incluso territorios lejanos. Eso sí, será realmente complicado encontrar quien nos asegure si viajamos a una región peligrosa o en conflicto, y si lo logramos deberemos desembolsar una alta suma de dinero.
Pero vayamos con las coberturas. Para empezar debemos hablar de la que es quizás la más importante, la de gastos médicos. Cubre el desembolso de dinero que provoque cualquier enfermedad o accidente sufrido por el joven (visita a médicos, hospitalización, gastos farmacéuticos u hospitalarios) durante su periodo en el extranjero. Este seguro puede incluir varias coberturas más, como traslados, envío de medicamentos, gastos odontológicos…
Otra garantía que se antoja importante es la de anulación, que permite a la persona asegurada recuperar el dinero que haya invertido, o al menos parte de él, si finalmente no emprende su viaje. Siempre, eso sí, que la razón esté incluida en el contrato entre el tomador y la aseguradora y que se trate de un imprevistos serio -enfermedades, robos, hospitalizaciones, daños graves en el domicilio- y no de un simple cambio de opinión. Dependiendo del seguro que contratemos, podemos estar también amparados por coberturas de interrupción del viaje, demora o incluso repatriación.
Pero sigamos con posibilidades menos lúgubres y más comunes como la pérdida del equipaje por extravío o robo, o incluso los daños sufridos en nuestra maleta. Los seguros para estudiantes suelen contemplar estas situaciones, aunque su protección habitualmente sólo ampara los periodos de desplazamiento y no los de estancia.
Adelanto de fondos y defensa legal son otras coberturas muy a tener en cuenta cuando hablamos de jóvenes en el extranjero. Más extrañas son otras como las indemnizaciones por accidente o pérdida -involuntaria- de clases.