
Un entorno obesogénico se forma cuando confluyen múltiples factores que favorecen el desarrollo del sobrepeso y la obesidad. Entre ellos se encuentran el fácil acceso y consumo habitual de comida rápida, productos ultraprocesados y bebidas azucaradas.
Los profesionales de Cigna Healthcare explican las consecuencias del ambiente obesogénico
Mayor riesgo de enfermedades crónicas
Los entornos obesogénicos favorecen el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados, hipercalóricos, ricos en grasas saturadas, azúcares y sal. Esto no sólo representa un factor de riesgo para el desarrollo de sobrepeso y obesidad, sino que además aumenta el riesgo de desarrollar estados de inflamación crónica de bajo grado en el cuerpo. Esta inflamación persistente tiene un impacto negativo directo sobre el sistema cardiovascular, sistema inmune, o el sistema endocrino, entre otros. Esto se traduce en una elevación en el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas tales como diabetes tipo 2, hipertensión arterial, enfermedad arteriosclerótica y casi todos los tipos de cáncer.
Aumento de la obesidad infantil
Los niños están expuestos constantemente a alimentos poco saludables e hiperpalatables -muy sabrosos- debido a la publicidad. Adicionalmente, los entornos urbanos y el estilo de vida acelerado aumentan la accesibilidad de la comida rápida y favorecen la escasez de espacios adecuados para jugar o hacer ejercicio. Esto fomenta un estilo de vida sedentario, donde las actividades al aire libre y el ejercicio físico se ven desplazadas por el tiempo frente a las pantallas, lo que contribuye al aumento de peso y el desarrollo de enfermedades metabólicas a una edad temprana.
Desarrollo de trastornos mentales
Un entorno obesogénico no solo afecta al cuerpo físicamente, sino también a nuestro cerebro. Una dieta rica en alimentos ultraprocesados, altos en grasas trans y azúcar, altera los neurotransmisores responsables de regular el estado de ánimo y las emociones. Además, estos alimentos influyen negativamente en el microbioma intestinal, el cual tiene un papel clave en la salud mental. La inflamación crónica causada por este tipo de alimentación está estrechamente vinculada con trastornos como la ansiedad y la depresión.
Fatiga crónica
La fatiga crónica es una consecuencia bastante habitual de un entorno poco saludable, donde el acceso fácil a alimentos de bajo valor nutricional y un estilo de vida sedentario afectan directamente los niveles de energía. La falta de nutrientes esenciales y los picos de glucosa causados por el consumo elevado de azúcares contribuyen a la sensación de agotamiento e impiden que el cuerpo mantenga unos niveles óptimos de energía.
Problemas de sueño
Una mala alimentación, en combinación con una vida sedentaria, altera el ritmo natural del cuerpo, incluyendo los ritmos circadianos. Estos desequilibrios pueden afectar la producción de melatonina, la principal hormona inductora del sueño, así como otros neurotransmisores importantes responsables de garantizar un sueño reparador.