
El balón gástrico ayuda a controlar la ingesta calórica mediante la generación de saciedad, favoreciendo hábitos alimentarios saludables.
Entre los diferentes tratamientos para combatir la obesidad se encuentra el balón intragástrico o balón gástrico, una de las intervenciones más conocidas y efectivas hoy en día. Este tratamiento no invasivo ofrece una alternativa para controlar el peso sin recurrir a cirugías más agresivas.
La pérdida de peso mejora significativamente la calidad de vida
El balón gástrico es especialmente recomendable para pacientes con obesidad que presentan factores de riesgo asociados, como hipertensión, diabetes tipo 2 o apnea del sueño. La pérdida de peso mejora significativamente la calidad de vida y reduce las complicaciones derivadas de estos trastornos.
En España, según el estudio sobre obesidad en personas adultas realizado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, un 55,8% de la población mayor de 18 años presentaba exceso de peso. Un 18,7% referido a la obesidad y un 37,1% al sobrepeso.
“El balón gástrico es un dispositivo de silicona suave que se coloca en el estómago del paciente mediante un procedimiento mínimamente invasivo. El balón se infla con suero fisiológico una vez colocado, reduciendo el espacio en el estómago y generando una sensación de saciedad, lo que permite al paciente comer porciones más pequeñas y disminuir su ingesta calórica diaria”, ha dicho Christian Alvarado, médico especialista en endocrinología y nutrición del Hospital Sanitas La Zarzuela.
Recomendaciones antes y después de la colocación del balón
Antes de la colocación del balón gástrico
Durante los 3 o 4 días previos a la intervención, se recomienda seguir una dieta líquida e hipocalórica con el objetivo de limpiar el estómago de restos de comida y residuos. En este período, se deben evitar bebidas estimulantes como café, té, cacao o bebidas alcohólicas. 8 horas antes de la intervención, es necesario suspender cualquier ingesta de líquidos.
Después de la colocación del balón gástrico
La dieta postoperatoria se organiza en fases para permitir una adaptación gradual del estómago. Los primeros dos días solo hay que ingerir líquidos isotónicos, luego una semana de alimentación líquida nutritiva, seguida de alimentos semilíquidos y pastosos.
Después de tres semanas y durante los 6 a 8 meses posteriores al tratamiento, lo mejor es que un especialista diseñe una dieta personalizada. En este momento, es esencial que el paciente aprenda a seleccionar y preparar alimentos adecuados para evitar molestias como náuseas o vómitos.
Realizar comidas pequeñas y frecuentes (5-6 al día), masticar bien los alimentos y evitar beber durante las comidas, prefiriendo ingerir líquidos antes o después. Deben evitarse bebidas gaseosas, alimentos flatulentos y el alcohol. Es fundamental mantener un programa de ejercicio regular para complementar la pérdida de peso.
“Este tratamiento no solo ayuda a reducir el peso de manera significativa, sino que también promueve la adopción de hábitos saludables duraderos, mejorando la calidad de vida de los pacientes. En este contexto, seguir adecuadamente las recomendaciones tanto antes como después de la colocación del balón gástrico es esencial para asegurar el éxito del tratamiento y optimizar los resultados a largo plazo”, ha dicho Alvarado.