Los españoles vivimos 83 años, pero disfrutamos de buena salud hasta los 72. Eliminar esa brecha es uno de los retos que ha detectado el Instituto Santalucía en su último informe. Te lo contamos en este vídeo.
Darle más vida a los años. Este será el verdadero reto de la longevidad en España. Somos una de las sociedades con mayor esperanza d vida al nacer, con cerca de 83 años, pero si tenemos en cuenta la esperanza de vida con buena salud esta desciende hasta los 72,4 años.
La sociedad y el sector asegurador deberán trabajar para aumentar esta cifra. Esta es una de las conclusiones del estudio El reto de la longevidad en el siglo XXI: cómo afrontarlo en una sociedad en cambio, elaborado por el Instituto Santalucía con Afi, que fue presentado ayer en Madrid por José Manuel Jiménez, director del Instituto Santalucía, José Antonio Herce, miembro del Foro de Expertos del Instituto Santalucía y coordinador del Estudio e Iratxe Galdeano, socia responsable del área de seguros de Afi.
El sector asegurador deberá adecuar sus productos y servicios a las nuevas demandas asistenciales de la ya denominada cuarta edad, prestando especial atención a la dependencia, cuya incidencia en los mayores de 65 años crecerá desde el 28,8% actual al 65% en 2066.
España es y será cada vez más longeva. Los avances en el sector sanitario, farmacéutico y científico-tecnológico han hecho que la esperanza de vida de los españoles haya mejorado en el último siglo a un ritmo de cuatro años por década o, lo que es lo mismo, 10 horas cada día. “Si la longevidad hiciera ruido, no podríamos dormir por las noches, aseguró José Antonio Herce en su intervención. Actualmente, los españoles viven un promedio de 82,8 años, una circunstancia que sitúa a España en la pugna por el podio mundial de la longevidad, siendo el cuarto país por detrás de Japón, Suiza y Singapur donde la población vive más tiempo. La mejora de la esperanza de vida registrada en las últimas décadas, y por venir, es una excelente noticia, pero conlleva importantes desafíos sociales, económicos y financieros.
Del informe se desprende que la longevidad humana seguirá experimentando progresos notables hasta probablemente superar los 120 años, considerado mayoritariamente como el límite absoluto de la vida humana. Ante este contexto, las instituciones deberán acometer “reformas sustantivas” en los sistemas de bienestar, mientras que la industria del ahorro ejercerá también un papel cada vez más relevante a la hora de ofertar soluciones y productos innovadores para la jubilación.
La denominada “esperanza de vida saludable”, un indicador que aborda el Estudio y que equivale a los años de vida que se espera que vivan los individuos con buena salud, también ha avanzado de manera muy notable en los últimos años, por lo que se constata que nos hacemos mayores más saludablemente y lo haremos cada vez mejor.
Pero no todo el mundo envejece de la misma manera y prueba de ello es la distancia que marca este indicador con la esperanza de vida al nacer. En promedio mundial la esperanza de vida saludable supone 10 años menos que la esperanza de vida grosso modo y, en el caso de España, también es así, situándose en los 72,4 años de media. Esta cifra hace descender a España en el ranking mundial siendo el 9º país donde sus habitantes envejecen con mejor salud.
¿Hacia una sociedad supercentenaria?
El número de centenarios españoles se ha duplicado en los últimos 10 años, superando las 15.000 personas a finales de 2017, lo que convierte a España en uno de los países con mayor porcentaje de población centenaria. Y no parece que esto se vaya a detener: en menos de 50 años (2066), ya habrán soplado 100 velas unos 222.000 españoles. Además, la proliferación de los tratamientos y terapias diseñadas para alargar la vida supondrán una verdadera revolución en la emergencia de los supercentenarios (110 años o más) entre la población millennial.
La incógnita está en si podremos mantener este nivel de mejora, aunque el avance tecnológico y científico hace pensar, según revela el Estudio, que no hay freno aparente a la expansión de la longevidad. Así, no es improbable constatar que el ser humano pueda superar frecuentemente la barrera de los 120 años a finales del siglo XXI.
Como avanza el informe, este segmento de la población constituirá uno de los principales focos de atención en los próximos años, ya que tanto las instituciones públicas como la industria aseguradora deben hacer esfuerzos concertados para asignar recursos suficientes para estos ciudadanos en la etapa de la jubilación.
José Manuel Jiménez, director del Instituto Santalucía, sostiene que “si se mantienen las tendencias actuales en la esperanza de vida, habría una presión al alza en la tasa de dependencia demográfica, que se elevaría desde el 53,5% actual hasta el 87,7% en menos de 50 años. Ante este escenario es totalmente imprescindible que todos impulsemos cambios para atajar los retos de gestión que nos plantea vivir vidas más largas y por eso este Estudio tiene como objetivo poner el foco de atención en estos desafíos”.
Los 81-91 años son los nuevos 65
En este contexto demográfico, los 65 años, la barrera que tradicionalmente ha marcado el paso a la llamada “tercera edad”, se desdibuja cada día más. Una edad que, a principios del siglo XX, cuando se generalizaron en los países occidentales los sistemas públicos de pensiones, también se llamaba “la gran edad”. Entonces: ¿cuál es la gran edad hoy en día? El estudio apunta a que habría que situarla en la horquilla de los 81–91 años, que es el equivalente de los 65 años de 1900.
José Antonio Herce, miembro del Foro de Expertos del Instituto Santalucía y coordinador del Estudio explica que “a principios del siglo XX solo el 26,2% de los individuos sobrevivían a los 65 años y vivían de media 9,1 años más. A día de hoy, no solo la gran parte de la población española sobrevive a esa edad, sino que tenemos una esperanza de vida a los 65 años de 21 años más. Si buscamos cuál es la edad equivalente hoy en día, la edad a la que sobrevive el 26,2% de una generación, estaríamos hablando de una edad que entre los 81 y los 91 años, la conocida como “cuarta edad”. Es decir, que la “gran edad”, lo que era la tercera edad hace décadas equivale a la cuarta edad de hoy”.
Cómo se financia la longevidad: rentas vitalicias con servicios asistenciales
El informe apunta a que el crecimiento de la longevidad no parece que se vaya a detener. La consecuencia de todo ello impacta en los sistemas de bienestar y en el ámbito laboral, sanitario, de pensiones y de dependencia, por lo que las instituciones públicas deben adaptarse a esta realidad.
No obstante, para paliar este impacto, el fomento de un verdadero ahorro previsional es fundamental, de la misma forma que la industria aseguradora debe intensificar el esfuerzo en buscar soluciones innovadoras y ofrecer productos de carácter vitalicio, combinados con otros de carácter temporal, tanto de renta como de servicios asistenciales. Esto supone que no sólo se cubra financieramente durante un mayor tiempo al beneficiario, sino que también le aporten mayor calidad de vida.
Según concluye el estudio, el sector asegurador tiene por delante el reto de afrontar la creciente longevidad y adaptarse en consecuencia, gracias a la transformación digital, para predecir la probabilidad de supervivencia y ofrecer las mejores soluciones a los individuos. Las nuevas tendencias apuntan a la personalización y a la anticipación a las necesidades de cada cliente.