La industria aseguradora juega un importante papel en la reducción del riesgo de desastres naturales y trabaja en el desarrollo de nuevas soluciones.
El riesgo de desastres naturales es una de las mayores preocupaciones de la actualidad. Legisladores, científicos, empresas y sociedad en general buscan de forma constante cómo minimizarlo.
El cambio climático y los sucesos de origen meteorológicos derivados del mismo son uno de los riesgos principales. La comunidad científica considera que sus mayores consecuencias llegarán en unas décadas. Estos desastres tienen un impacto significativo a nivel humanitario, pero también macroeconómico. Debilitan la posición financiera de los gobiernos que tienen que intervenir para prestar ayuda o cubrir pérdidas tras una catástrofe.
Las catástrofes generan una mayor desigualdad social y hacen más profundas las vulnerabilidades existentes
La mayoría de los países que se enfrentan a un riesgo alto de desastres se encuentran también entre los que tienen una mayor proporción de población que vive por debajo del umbral nacional de pobreza. Entre los 20 países más vulnerables, el 90% son de renta media y baja. Esta cifra es inferior al 0,5% de los países situados en el extremo opuesto.
En este contexto se abren nuevos retos para la industria aseguradora, que no solo tendrá que adoptar nuevas soluciones innovadoras e incrementar su oferta, sino también trabajar en servicios de prevención que permitan a la economía y sociedad ser más resilientes.
Sortear el gap de la protección
En 2021, la brecha de aseguramiento global alcanzó los 7 billones de dólares o 730 puntos básicos (pbs) del PIB global. Así se recoge en el informe GIP-MAPFRE 2022: Índice Global de Potencial Asegurador, elaborado por MAPFRE Economics. Los niveles de aseguramiento en los países alrededor del mundo son muy diversos; la diferencia es considerable en función de las condiciones del país del que se trate, de las diversas condiciones socioeconómicas y poblacionales, o de la cultura aseguradora existente en cada región.
No obstante, la proporción de pérdidas económicas aseguradas relacionadas con catástrofes naturales es baja.
Según la Unión Europea, en esta región sólo está asegurada una cuarta parte de las pérdidas relacionadas con el clima. Tal y como señala la EIOPA, “la asegurabilidad y la tarificación de los riesgos relacionados con el clima son preocupaciones cada vez más críticas para las aseguradoras y los legisladores, y si no se toman medidas para contrarrestarlos, se prevé que la brecha de protección aumente”. En otras regiones como Latinoamérica, donde la penetración del seguro es menor, las pérdidas aseguradas también son inferiores.
Organismos públicos ponen el foco en la propuesta de políticas para reducir la brecha de protección en los riesgos derivados del clima. Ámbitos como la concienciación sobre el riesgo, el ofrecimiento de incentivos basados en el riesgo vinculados a las primas, nuevas normas de evaluación de riesgos o una mayor coordinación público-privada son algunos de los puntos de discusión5.
“La industria aseguradora tiene la capacidad de volver a la economía y a la sociedad en general mucho más resilientes, así como de reducir el riesgo de desastres, dando el respaldo necesario en momentos de vulnerabilidad. Sin los seguros, el retomar el día a día o la sostenibilidad de la economía no serían posibles”, comenta Juan Satrústegui, director de Riesgos de la Naturaleza de MAPFRE RE.
Aprovechar las nuevas capacidades para potenciar la prevención
En la actualidad, el sector asegurador incide en modelos de predicción de riesgos climáticos que incorporen el efecto del cambio climático. Si hasta hace poco se contaba solo con la información histórica y el análisis de patrones previos, ahora existen soluciones que simulan la evolución del clima con analítica avanzada de modelos de circulación global.
Dichas soluciones son ya capaces de estimar los riesgos futuros en diferentes escenarios de cambio climático y de calcular el potencial impacto económico en los bienes y en los negocios, lo cual capacita la toma de decisiones en el medio y largo plazo. A esto se suma la disponibilidad cada vez mayor de datos locales en tiempo real, como los de imágenes satelitales o los de sensores conectados desplegados sobre el terreno, que pueden habilitar acciones precisas y específicas para una zona en el corto plazo.
Todo ello facilita a las aseguradoras el desarrollo de una oferta de productos y servicios más completa y adaptada al contexto actual. “Conforme la frecuencia e intensidad de estos eventos aumenta, la necesidad de abordar este desafío se agudiza. En MAPFRE llevamos años invirtiendo en el estudio de los riesgos naturales. Y trabajando con insurtech para investigar soluciones punteras, evaluar riesgos y ayudar a mitigarlos. Todo con el objetivo de cuidar lo que nos importa y de impactar de forma positiva en la sociedad y el entorno”, añade el responsable de MAPFRE RE.
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