La sequedad ambiental y la calefacción, principales factores que deterioran la barrera cutánea en los meses fríos

La sequedad de la piel en invierno

La sequedad de la piel en invierno, agravada por la calefacción y los cambios bruscos de temperatura, favorece la aparición de eccemas y aumenta la sensibilidad cutánea en grupos vulnerables.


Cristina Villegas, jefe de Dermatología del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja

“En invierno la piel pierde más agua, lo cual debilita la barrera cutánea y la hace más vulnerable frente a cualquier irritante. Por su parte, la calefacción mitiga la humedad ambiental y las fibras de algunas lanas producen fricción directa. A esto se suman los cambios bruscos de temperatura, que intensifican la sensación de tirantez y picor. El resultado de todo ello puede traer consigo la aparición de eccemas en manos, rostro, cuello o pliegues”.

En el caso de las personas mayores, esta situación tiende a acentuarse

“Con la edad, la piel pierde lípidos y capacidad de retención de agua, lo que reduce la eficacia de la barrera cutánea y favorece la sequedad. Esta mayor fragilidad incrementa la sensibilidad frente a irritantes ambientales y puede provocar episodios de picor más intensos, descamación marcada y una mayor probabilidad de desarrollar eccemas durante los meses fríos”, añade por su parte Miriam Piqueras, directora médica de Sanitas Mayores.

Las dermatititis relacionadas con el frío

Las formas más frecuentes de afectación son la dermatitis atópica, la dermatitis irritativa de manos, muy relacionada con el frío y el lavado frecuente, y los eccemas de contacto que aparecen por determinados tejidos o por sustancias presentes en detergentes y suavizantes. En muchos casos, los síntomas incluyen enrojecimiento y descamación, acompañados de sensación de quemazón o de un prurito intenso que puede alterar el sueño y la calidad de vida.

“Se observa un aumento de las consultas relacionadas con problemas en la piel durante los meses de invierno. Muchas personas asocian estos síntomas solo al frío, pero el problema se relaciona de forma estrecha con el ambiente seco de interiores, la ropa poco adecuada y algunas rutinas diarias, como duchas muy calientes o el uso de jabones agresivos”, señala Villegas.

Los niños, las personas mayores y quienes presentan antecedentes de dermatitis atópica, psoriasis u otras enfermedades de la piel forman los grupos que más facilidad tienen para desarrollar estas molestias. En estos casos, incluso una alteración leve de la barrera cutánea puede desencadenar brotes que avancen con mayor rapidez y provoquen síntomas persistentes.

Pautas para proteger la piel durante el invierno:

Ajustar la calefacción y ventilar las estancias

Conservar una temperatura moderada en casa y en el trabajo, abrir las ventanas unos minutos al día y, cuando sea posible, utilizar humidificadores para evitar un ambiente excesivamente seco.

Elegir tejidos suaves y transpirables

Se recomienda utilizar prendas interiores de algodón o fibras hipoalergénicas y reservar la lana para capas externas que no entren en contacto directo con áreas sensibles.

Cuidar la higiene diaria

Conviene evitar duchas muy calientes y prolongadas. La elección de jabones suaves y el secado de la piel con toques ligeros ayuda a reducir irritaciones.

Mantener una hidratación cutánea continuada

La aplicación de cremas o lociones emolientes tras la ducha y antes de acostarse favorece la recuperación de la barrera cutánea y reduce la sensación de picor.

Proteger manos y rostro

El uso de guantes en exteriores y de productos específicos para labios y zonas expuestas contribuye a prevenir grietas y eccemas.

“Si el enrojecimiento, el picor o las lesiones se mantienen en el tiempo, resultan muy molestos o se infectan, es recomendable acudir al dermatólogo, ya sea de manera presencial o a través de videoconsulta, para obtener una valoración especializada y ajustar el tratamiento”, concluye la dermatóloga.

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