Una vez ya en marcha el año 2023, es un buen momento para realizar un breve análisis sobre lo que ha sido el año 2022, que ahora dejamos atrás, y hacer algunas reflexiones sobre lo que nos puede deparar el año que ahora comienza.
Raúl Casado, director general de Avanza Previsión
El año 2022 ha planteado, sin duda, enormes desafíos al sector financiero en su conjunto. La nota negativa la ha puesto la evolución de los mercados financieros, donde se ha producido una caída importante tanto en las valoraciones de los activos de renta variable como en los de renta fija, siendo esta última tipología de activos la predominante en el balance de las entidades aseguradoras. La elevada inflación y las subidas de tipos realizadas han sido sin duda determinantes en la caída de las valora[1]ciones en los mercados.
Así, y a pesar de un entorno complicado en el ámbito geopolítico y macroeconómico, se puede afirmar que el sector asegurador ha vuelto a mostrar una gran solidez. Desde una perspectiva de volumen de negocio, el sector asegurador ha mostrado, en general, un reseñable crecimiento, en especial por lo que se refiere al ámbito de los seguros no vida, recuperando, o superando incluso, los niveles prepandemia en determinados segmentos de negocio.
Por lo que se refiere al año que ahora comienza, debemos, en primer lugar, situarnos en el contexto macroeconómico actual y, a partir de ahí, intentar descender hasta poder alcanzar conclusiones más precisas sobre diferentes aspectos que afectan al sector asegurador en su conjunto.
Si empezamos nuestro análisis desde una visión macro, todo apunta a que el entorno que nos rodea, donde la volatilidad e incertidumbre parecen asentarse cada vez más, puede seguir acompañándonos durante un tiempo prolongado. Esto supone que las entidades financieras deberían ser capaces de manejarse en entornos altamente inflacionarios, donde factores exógenos, como los conflictos bélicos y la evolución de la economía China (lastrada por restricciones covid y por alarmas en el sector inmobiliario), seguirán jugando un papel clave.
Lógicamente, el sector financiero asegurador nacional no queda al margen de este escenario, si bien el impacto de este puede variar de manera notable según el análisis se centre en el segmento de no vida o en el segmento de vida ahorro.
Comenzando en primer lugar por el ámbito de los seguros de no vida, sin duda uno de los principales factores que van a intervenir, en este caso en contra, es el de la inflación, pues recordemos que el seguro no vida se caracteriza, y cada vez de manera más acusada, por ser un seguro de servicios. En este sentido, los costes de proveer el servicio a los clientes previsiblemente van a ser más elevados, lo que debería tener su correspondiente impacto en primas.
No obstante, en la medida en que importantes líneas de negocio en materia de seguros no vida cuentan ya con márgenes comerciales estrechos, las entidades aseguradoras van a ser reacias a subir tarifas y repercutir el coste de manera generalizada, dando preferencia a mantener el cliente y, por tanto, a conservar el dato, lo que favorece adicionalmente las opciones de venta cruzada.
También puede jugar a favor de este escenario el posible margen adicional que pueden otorgar las inversiones financieras dado el entorno actual de subida de tipos en renta fija, si bien el impacto positivo a corto-medio plazo en las cuentas de resultados de las entidades vendrá muy condicionado por la duración financiera de sus carteras de activos.
Se avecina, por lo tanto, un año complejo en el mercado de no vida. Se deberá encontrar en él el punto de equilibrio entre lo necesario desde una perspectiva técnica, con la subida de primas exigible teóricamente para compensar el previsible incremento de costes, y lo recomendable desde un punto de vista de negocio, con la retención del cliente y aumento de la base de clientes.
Si ahora dirigimos nuestro foco hacia el seguro de vida, la situación se plantea, en principio, en términos muy distintos. Es altamente probable que el entorno de subida de tipos adoptado por los principales bancos centrales como la FED, el Banco Central Europeo o el Banco de Inglaterra como respuesta a la inflación, se mantenga durante varios meses. Será segura[1]mente el caso del BCE, pues estamos asistiendo a un panorama donde se observa que, a pesar de las cuatro subidas consecutivas de tipos acometidas hasta el momento, las cifras sobre la inflación en la zona euro siguen siendo preocupantes, observando cómo la inflación general puede llegar a descender, pero, en cambio, la inflación subyacente se mantiene o aumenta.
Una de las principales consecuencias de lo expuesto ha sido la reacción de las entidades a la hora de abrirse de nuevo a la comercialización de productos de ahorro que habían quedado en el olvido ante una situación caracterizada en los últimos años por tipos de interés extremadamente bajos.
De esta forma, asistimos, de nuevo, a la oferta de productos de ahorro garantizado con tipos de interés que, ahora sí, empiezan a resultar atractivos, y a la reactivación de productos de rentas. Esta situación, en especial lo que se refiere a productos de ahorro garantizado, viene para quedarse durante más años de los que algunos esperan. Todo ello sin perjuicio de que los seguros en los que el cliente asume el riesgo de la inversión vayan a seguir jugando un papel relevante dado su encaje para clientes con un perfil menos conservador y por sus menores cargas de capital regulatorio.
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