Siete consejos para adaptarse al horario de verano



El domingo cambia la hora y dormiremos una hora menos

Llega la primavera, los días se alargan, el sol comienza a calentar, apetece más realizar actividades al aire libre… Todos son cambios positivos, pero cambiar de estación suele suponer un vuelco de los horarios y los hábitos realizados durante el invierno para el que hay que preparar al organismo. El Instituto DKV de la Vida Saludable ofrece una serie de consejos preventivos para optimizar la adaptación al nuevo horario de verano.

En la madrugada del próximo sábado 26 al domingo 27 de marzo, nuestros relojes deberán adaptarse un año más al cambio de horario estacional de primavera/verano. En esta ocasión, cuando sean las 2:00h de la mañana, deberemos adelantar las agujas del reloj una hora, hasta colocarlas en las 3:00h am.

El cambio de hora en otoño y primavera es una medida impulsada hace cientos de años en base a la idea del aprovechamiento diurno de luz natural, y por consiguiente el ahorro energético. Adelantando nuestros relojes hacemos que no amanezca tan temprano y además alargamos las horas de sol por las tardes, por lo que aprovechamos considerablemente la luz solar para nuestras actividades diarias. Sin embargo, esta pequeña variación del tiempo puede producir alteraciones en algunas personas, como lo pueden ser las alteraciones en el sueño, un mayor cansancio del habitual, apatía o leve tristeza, irritabilidad o leves cuadros de ansiedad.

Por eso, el Instituto DKV de la Vida Saludable ofrece una serie de consejos preventivos y prácticos para minimizar estas alteraciones motivadas por el nuevo horario:

Acostarse un poco antes para ir adaptándose al nuevo horario. Empezar cuatro o cinco días antes del cambio de hora, para modificar paulatinamente el horario de hábitos como las comidas o el sueño, evitando que el trastorno sea brusco.

Practicar ejercicio físico moderado ayuda al cuerpo y a la mente a estar de mejor humor y a adaptarse a este nuevo cambio. Mejor practicarlo a primera hora para afrontar el día con energía, nunca antes de acostarte.

No dormir siesta durante unos días. Hasta que el organismo se ajuste al nuevo ciclo de sueño, es conveniente no dormir durante el día.

Tratar de evitar bebidas que tengan un efecto sobre el sueño, como el café, el té o el alcohol, sobre todo durante la segunda mitad del día.

Acostarse con el estómago satisfecho, sin estar hambriento pero tampoco después de una cena pesada. Por la noche, los alimentos ligeros son los mejores compañeros para conciliar el sueño.

No utilizar ordenador, móvil o tablet al acostarse, ya que tiene demasiada luz y pueden alterar las pautas de sueño a diario, así como tener efectos secundarios sobre nuestro organismo.

Los niños y las personas mayores suelen ser los más sensibles a estos cambios. Los lactantes pueden experimentar alteraciones en su alimentación, y a los niños en edad escolar les costará más despertarse. Los mayores de 50 años, que suelen tener más dificultad para dormir y presentan despertares tempranos más frecuentes, pueden tardar más en adaptarse a los cambios. En este sentido, es recomendable no variar excesivamente su horario en los hábitos diarios.

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