
El consumo compulsivo activa respuestas de estrés físico y emocional, elevando el cortisol y afectando la salud mental, según especialistas de Cigna Healthcare España. Las redes sociales y las compras online refuerzan la gratificación instantánea y dificultan la autorregulación emocional,
La sobreexposición a estímulos de consumo y la anticipación generada por las campañas promocionales en el contexto financiero actual pueden dar lugar a alteraciones del comportamiento y afectar a la salud mental.
Cigna Healthcare International Health Study
Según el Cigna Healthcare International Health Study, sólo un 19 % de los españoles afirma sentirse financieramente estable. Esta cifra sitúa a España por debajo de países como Países Bajos (30 %) o Reino Unido (32 %).
A esto se suma que el 30 % de la población se siente afectada por el estrés económico y que el 37 % considera el coste de vida su principal preocupación. Esta combinación de factores genera un entorno propicio para que el consumo compulsivo se utilice como una vía de escape emocional.
Daniela Silva, especialista en Medicina Interna y E-Health Medical Manager de Cigna Healthcare España
“Cada compra impulsiva genera una sensación momentánea de alivio, pero también activa la respuesta de estrés del cuerpo, elevando los niveles de cortisol. Este aumento sostenido de cortisol afecta la presión arterial, provoca insomnio, fatiga crónica y malestar digestivo, y bloquea funciones de la corteza prefrontal, responsables de la toma de decisiones y el control de impulsos. En otras palabras, la propia conducta de compra compulsiva inicia un ciclo físico y emocional en el que la ansiedad dispara la compra, la compra eleva el estrés y el cortisol, y el cortisol prolongado provoca malestares físicos y dificulta regular las emociones, lo que puede llevar a nuevas compras impulsivas”.
La facilidad para realizar compras a través de plataformas online, la disponibilidad de métodos de pago inmediatos, así como la constante exposición a publicidad personalizada y contenidos en redes sociales que promueven estilos de vida basados en el consumo, refuerzan la impulsividad y dificultan la toma de decisiones racionales.
Elena Luengo, directora de Innovación de Cigna Healthcare España.
“Las redes sociales y las plataformas de compra online han transformado profundamente la forma en que consumimos y gestionamos nuestras emociones. Hoy, la tecnología no solo facilita comprar en cualquier momento, sino que también refuerza la gratificación instantánea y la comparación constante con los demás. Este entorno digital genera un impacto directo en nuestro bienestar emocional, activando circuitos cerebrales vinculados a la recompensa y dificultando la autorregulación de impulsos. Por ello, es importante desarrollar estrategias que permitan a las personas identificar estos patrones de consumo, promover decisiones más conscientes y proteger su equilibrio emocional frente a la presión constante de la economía digital”.
Profesionales de Cigna Healthcare detallan las consecuencias más frecuentes del síndrome del comprador compulsivo.
Se crea un ciclo repetitivo que agota emocionalmente
El impulso de comprar surge como un intento de regular emociones negativas como la ansiedad, la tristeza o la frustración. Sin embargo, al tratarse de un mecanismo de alivio temporal, la persona vuelve rápidamente al estado de malestar que intentaba evitar. Este ciclo repetitivo agota emocionalmente, genera sensación de fracaso, y puede derivar en cuadros de ansiedad crónica, insomnio e incluso depresión.
Se fomenta el aislamiento o la doble vida
Las personas con oniomanía suelen ocultar sus hábitos de compra por vergüenza o miedo al juicio, lo que las lleva a mentir, evitar situaciones sociales o desarrollar una doble vida. Esto afecta la confianza en sus relaciones, genera discusiones y alimenta el aislamiento emocional, que a su vez refuerza la necesidad de comprar para sentirse mejor.
Un patrón emocional de baja autoestima
Después de cada compra impulsiva, es frecuente que aparezcan sentimientos intensos de arrepentimiento, culpa o vergüenza. Este patrón emocional mina la autoestima de la persona, que empieza a percibirse como incapaz de controlar su vida, lo que refuerza la dependencia al consumo como vía de escape.
Pérdida de oportunidades laborales o académicas
La obsesión con las compras, las preocupaciones financieras o el insomnio derivado del estrés pueden interferir con la capacidad de concentración, la productividad y el estado de ánimo en entornos laborales o educativos. Esto puede traducirse en bajo rendimiento, pérdida de oportunidades profesionales o académicas y sensación de fracaso personal.
La negación del problema retrasa el tratamiento
Como ocurre en otros trastornos del control de impulsos, muchas personas no reconocen la gravedad de su conducta o minimizan su impacto. Esta negación dificulta la búsqueda de apoyo profesional y puede retrasar el tratamiento, lo que incrementa el riesgo de cronificación y agrava las consecuencias a largo plazo.