¿Cómo se aseguran los grandes eventos deportivos?



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Revista Marzo 16 portada mar 167.500 millones de euros. Se dice pronto, pero es una cantidad ingente de dinero. Es la cifra, según los especialistas, por la que las compañías aseguradoras cubrieron riesgos en el Mundial de Fútbol que tuvo lugar en Brasil en 2014.

Un texto de Diego Fernández Torrealba

El objetivo perseguido con la suscripción de estas pólizas multimillonarias era el de conseguir una cobertura lo más amplia y completa posible a los cientos de miles de variables que pueden darse en una cita de tal magnitud, con tanto dinero en juego, tantas personas implicadas y un número tan elevado de riesgos e imprevistos antes, durante e incluso después de su celebración.

Alrededor de 3.800 millones estaban vinculados a los organizadores con el fin de cubrir cualquier tipo de responsabilidad, en especial respecto a las indemnizaciones civiles o las reparaciones por daños; 3.700 millones más se relacionaron con las compañías (tanto patrocinadores como otras empresas ), además de con los seguros contratados por los propios jugadores y sus selecciones. En definitiva, un complejísimo entramado englobando entidades, personas, infraestructura y capital que fue preparado, estructurado y detallado al máximo con el fin de que todo quedase atado y bien atado.

El último Mundial supuso un paso más en la compleja y complicada (y, sin embargo, provechosa y necesaria) relación entre el mundo asegurador y los grandes eventos deportivos. Pero esta situación no siempre ha sido así, pues las principales citas (y no sólo Juegos Olímpicos o Mundiales de fútbol, sino campeonatos del mundo de otras disciplinas, torneos tenísticos de Grand Slam, Tour de Francia, Masters de Augusta- han estado históricamente bastante desprotegidos. El gran desarrollo ha llegado en las tres últimas décadas del siglo XX y en lo que llevamos del XXI, cerca de medio siglo en el que se ha avanzado, y mucho, en este matrimonio entre el seguro y el deporte.

Y eso que inconvenientes y problemas han existido siempre en estas grandes competiciones. Podemos remontarnos incluso a los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, los de Atenas 1896, en los que no se pudieron disputar las competiciones de remo y vela debido a que el mar estaba frio y agitado; o de los parones que la Primera o la Segunda Guerra Mundial propiciaron, suprimiéndose los Juegos de 1916, 1940 y 1944 y los Campeonatos del Mundo de Fútbol de 1942 y 1946; o del boicot a los Juegos de Montreal en 1976.

El último cuarto del siglo XX supuso un importante cambio, y ya la cita olímpica de Moscú 1980, asegurada por NBC Corporation, demostró un relevante cambio de época, una transición hacia la modernidad en este aspecto: cubría, entre otros ámbitos, la anulación total de los Juegos, la denuncia del contrato entre la URSS y la NBC por cese de interés del organizador o la incomparecencia de todo el equipo olímpico en el evento.

En cuanto a los Mundiales podemos poner también el ejemplo de Italia 90, campeonato asegurado exhaustivamente. La compañía INA-Assitalia se encargó de dar cobertura aseguradora a los 12 estadios en los que se disputaron encuentros, a la organización, a los 8.000 periodistas, a los cientos de miles de espectadores que lo presenciaron en directo y a muchos sectores más.

En España el gran avance en este ámbito se produjo también a finales del siglo pasado; por un lado, en la década de los ochenta se selló la obligatoriedad, por parte de los organizadores de grandes eventos deportivos, de asegurar al menos los daños a terceros, aunque una gran parte de la legislación al respecto se transfiriera a las CC.AA.; por el otro, con la organización del mayor campeonato de carácter deportivo de la historia de nuestro país, los Juegos de Barcelona 92.

De cara a esta competición la empresa aseguradora oficial fue La Unión y el Fénix. Se estableció un Plan de Gerencia de Riesgos (contratos, infraestructuras, electrónica y tecnología, logística y transportes y bienes en general), un Plan de Financiación de Riesgos y Seguros (riesgos especiales, riesgos de daños materiales y riesgos de daños personales) y un Plan de Siniestros.

Los seguros en eventos deportivos son ya cada vez más completos, encargándose de cubrir multitud de áreas más allá de la póliza de responsabilidad civil: programas de transporte, daños materiales, accidentes laborales, gastos médicos, garantías personales, cancelación, riesgos especiales…

Y es que no sólo el coste de la organización es cada vez mayor, sino que el nivel de riesgo que supone toda competición de gran calado es elevadísimo. Tanto en lo referente a la organización (personal, instrumentos de trabajo, calendario de ejecución, plan de costes, logística, plan turístico) como al ámbito periférico (condiciones atmosféricas, fuerzas de la naturaleza, edificios e instalaciones deportivas, infraestructura, ambiente), al social (tradición, criminalidad, participantes, visitantes), al político (situación mundial y nacional, situaciones de bloqueo, sabotaje o terrorismo) o a la propia competición deportiva.

De cualquier manera los cambios producidos en las últimas décadas nos demuestran que la relación del seguro con el deporte es cada vez más estrecha. Y no sólo en lo referente a la organización de eventos, sino también tanto en lo relativo a la cobertura de los profesionales como al patrocinio. Ahora, en 2016, la mayor parte de las aseguradoras españolas han ligado su trayectoria en un momento u otro a figuras del mundo del deporte, conjuntos o clubes. El fútbol continúa siendo el rey también en materia aseguradora, tanto por las cifras que se manejan en coberturas como por las actividades patrocinadas.

Pero el planeta no se detiene: cambia y se mueve constantemente. Y lo que viene ahora es todo un transatlántico: los Juegos de Río 2016. El mundo asegurador trabaja para estar a la altura de un nuevo reto, intentando avanzar de la mano del deporte y tratando de ayudar a dar respuesta a la multitud de desafíos y complicaciones que generan los magnos eventos deportivos universales.

 

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