De acuerdo con el estudio de IESE y Vidacaixa “Impacto de las pensiones en la mujer. Jubilación y calidad de vida”
Nuria Chinchilla, profesora del IESE Business School (Universidad de Navarra), Tomás Muniesa, vicepresidente ejecutivo-consejero delegado de Vidacaixa, y Jaime Lanaspa, director general de la Fundación La Caixa, presentaron ayer el Estudio “Impacto de las pensiones en la mujer. Jubilación y calidad de vida”.
El estudio analiza las necesidades de las personas y de las familias, y hace especial énfasis en la situación de las mujeres, estudiando fórmulas que permitan mantener su poder adquisitivo tras la vida laboral activa.
El aumento de la esperanza de vida y las bajas tasas de natalidad ponen en riesgo la calidad de vida de las generaciones futuras y, en particular, el de las mujeres a cuyo cargo está, en la mayoría de los casos, el cuidado de los hijos pequeños y de los mayores dependientes. Estos factores, agudizados por la crisis económica, repercuten en la sostenibilidad financiera del sistema de pensiones español.
El informe explica que aunque el sistema de pensiones público es una herramienta básica para asegurar los ingresos durante la jubilación, “perpetúa y amplía las desigualdades que se producen en el mercado laboral entre hombres y mujeres“. Esto se debe a la menor participación de las mujeres en el mercado laboral, lo que implica un menor tiempo dedicado al trabajo remunerado y menores ingresos que los hombres.
Esto repercute directamente en el cálculo de la pensión pública y, en consecuencia, en una disminución de su calidad de vida, haciendo más vulnerables a las mujeres en la etapa vital que requiere una mayor protección.
La “feminización de la vejez”
Según las proyecciones del INE, la esperanza de vida al nacer será, en 2021, de 81,2 años para los hombres y de 86,5 años para las mujeres, llegando en 2051 a los 86,8 años para los varones y a los 90,8 años para ellas. De hecho, el aumento de la esperanza de vida y descenso de la natalidad, hacen ya de España uno de los países más viejos del mundo. La esperanza de vida de la mujer es 5 años superior a la del hombre, por lo que se puede hablar de una “feminización de la vejez”.
Esto unido a la disminución del índice de natalidad indica que, a corto y medio plazo, no podrá frenarse el envejecimiento de la población.
Según las proyecciones del INE, España pasará de tener un 17% de la población mayor de 64 años, en el 2011, al 37% en el año 2052. Por tanto, el número de pensionistas prácticamente se duplicará y pasará de los 8 a los 15 millones. Al mismo tiempo, la población en edad de trabajar se reducirá en un 33%.
Lo que realmente pone contra las cuerdas la futura viabilidad del sistema es el desequilibrio que se produce al disminuir la población menor de 24 años y la comprendida entre los 25 y los 65 años de edad, y el crecimiento del grupo de edad de mayores de 65 años. En España, el efecto del baby boom tuvo lugar entrados los años 50, y se prolongó hasta los 70. Por consiguiente, la jubilación masiva de esa generación se produce más tarde que en el resto de Europa.
Con estos parámetros, la tasa total de dependencia en España en el 2052 sería del 99,54%, lo que provocaría que cada persona activa tuviera que sostener a una inactiva.
El papel de la mujer en la vida familiar
La mayoría de conflictos de conciliación entre trabajo y familia se resuelven porque la mujer renuncia durante un período de tiempo a un trabajo remunerado o bien reduce su jornada laboral. Esta tendencia se vuelve en contra de la mujer en particular, y de la familia en general, al ver reducida su renta actual y su futura pensión de jubilación. Trabajar menos horas fuera de casa y durante menos años tiene un impacto negativo en la renta actual y futura.
Hasta 2013 no han estado suficientemente reconocidos, a efectos de cotización, los períodos dedicados al cuidado de los hijos pequeños, ya que sólo se consideraba cotizado el primer año de los tres a los que se tiene derecho de excedencia para el cuidado de hijos.
En el caso español, mientras que los hombres han trabajado una media de 43,4 años, las mujeres sólo han trabajado de forma remunerada un promedio de 12,8 años, la cifra más baja de Europa.
A las anteriores causas – una menor dedicación de horas de trabajo remunerado y un menor número de años de trabajo retribuido -, las mujeres, en general, obtienen unos ingresos inferiores a los de los hombres. En España, el salario medio anual por trabajador en el año 2011, de acuerdo con los datos del INE, fue de 22.900 euros. El salario medio anual femenino representó, ese mismo año, el 77% del masculino.
El sistema de pensiones público, al basarse en las cotizaciones que dependen del salario percibido, perpetúa las desigualdades salariales del mercado laboral. Este hecho tiene un importante impacto negativo para las mujeres pensionistas ya que, exceptuando los tramos más bajos, las prestaciones por jubilación siempre son inferiores al salario percibido durante la etapa laboral.
Así pues, muchas mujeres pueden llegar a percibir una pensión que no les permita el acceso a un nivel mínimo de calidad de vida, advierte el estudio.