El documento informa sobre los tipos de riesgo que afectan al autónomo y aconseja cómo gestionarlos. Puedes consultarlo aquí
Los trabajadores autónomos son, junto con las pequeñas empresas, uno de los principales pilares en la generación de empleo y de riqueza. Por ello, fomentar el espíritu empresarial y proteger a los autónomos es fundamental para mantener el dinamismo de la economía, explica Fundación Mapfre.
El riesgo, presente en cualquier actividad humana, afecta de manera especial al trabajador autónomo, ya que lo afronta con menores medios e información. Su limitada capacidad financiera y organizativa reduce sus posibilidades de recuperación ante cualquier tipo de daño no previsto.
La guía, que se ha presentado en una jornada técnica organizada con Cepyme, define los tipos de riesgo a los que se enfrenta un autónomo, así como las personas o elementos de su negocio que debe proteger.
En concreto, en relación a su naturaleza los riesgos se agrupan en dos grandes categorías: de negocio, los directamente relacionados con las actividades empresariales, que pueden dar lugar a pérdidas o beneficios; y accidentales o puros, como pueden ser un incendio, robo o accidente laboral, que sólo dan lugar a pérdidas.
En relación al daño producido, el autónomo está expuesto a riesgos sobre las personas, que se refieren a los accidentes en el trabajo y las enfermedades profesionales; riesgos sobre el patrimonio, que afectan a los activos materiales e inmateriales que posee la empresa (inmuebles, mobiliario, maquinaria, materias primas); riesgos sobre la responsabilidad, las obligaciones derivadas de reclamaciones por daños ocasionados a terceros perjudicados; y riesgos sobre los ingresos, los que afectan a los resultados de gestión derivados de la posible paralización de la actividad empresarial.
En este sentido, la guía aconseja al autónomo disponer de pólizas multirriesgo para reducir los costes de adquisición y obtener las coberturas necesarias a todos estos riesgos. Si no se gestionan adecuadamente, pueden poner en peligro la existencia de cualquier empresa.
El documento aporta tablas y casos prácticos como un test de nivel de protección frente al robo o una tabla que clarifica las pensiones medias que recibe el autónomo ante contingencias como jubilación, viudedad, incapacidad, etcétera.
La guía también hace hincapié en que es fundamental planificar con tiempo la jubilación y aporta cifras reales. Según datos de la seguridad social (junio de 2016), los autónomos se jubilan a los 65,7 años, cerca de dos años más tarde que la media de los trabajadores del régimen general.
La guía incluye diez recomendaciones para reducir los riesgos relacionados con la actividad de estos profesionales: prevenir, asegurar, analizar, asesorarse, resolver, archivar, actualizar, contactar, actuar y confiar.