Cigna tiene las claves para evitar los efectos nocivos del frío en la salud y el riesgo de padecer enfermedades, especialmente respiratorias y cardíacas.
Las temperaturas bajas provocan alteraciones en la termorregulación del organismo y una disminución de las defensas. Esto supone un riesgo para la salud.
La mortalidad asociada al frío
Según datos del Ministerio de Ciencia e Innovación, la mortalidad asociada al frío es mayor que la del calor. De hecho, cada día con ola de frío, la mortalidad media aumenta en 3,5 personas. Entre los efectos nocivos del frío en la salud se encuentran las enfermedades respiratorias (resfriados, gripe, bronquitis o neumonía) y la vasoconstricción, que genera un aumento de la presión arterial y el ritmo cardiaco. La Fundación Española del Corazón (FEC) estima que la bajada de temperaturas aumenta un 20% el riesgo de sufrir infarto de miocardio. Y un 37% más riesgo de morir por insuficiencia cardíaca.
“El frío, especialmente el extremo, debilita la respuesta del sistema inmunológico y provoca un aumento de las enfermedades infecciosas. En esta época del año es común que nos expongamos constantemente a cambios bruscos de temperatura, lo que afecta a nuestra salud. Puede agravar enfermedades preexistentes como la hipertensión, la diabetes, el EPOC, el asma o la vasculitis. Las bajas temperaturas predisponen la aparición de trombos y el aumento de presión arterial, pudiendo generarse cardiopatías, infartos e ictus y descompensando las enfermedades previamente existentes”, declara María Sánchez, e-Health Manager de Cigna Healthcare en España.
Consejos de Cigna Healthcare para proteger las partes del cuerpo más expuestas y sensibles:
- Extremidades y cabeza. Las zonas acrales del cuerpo (manos y pies), la nariz y las orejas, son las más expuestas al frío. Es importante mantener una buena temperatura para evitar la congelación y la aparición de enfermedades por bajada de defensas. El frío provoca la disminución de la circulación sanguínea en las extremidades del cuerpo, provocando una bajada del calor corporal, así como una reducción sensibilidad, lo que dificulta la termorregulación. En este sentido, es importante asegurarse de estar correctamente abrigado, usando varias capas de ropa para evitar la pérdida de calor corporal y protegerse así del viento y la humedad. Esto es especialmente importante si se va a realizar ejercicio al aire libre, cuando los gorros, guantes, calcetines gordos, orejeras y bufandas, se vuelven esenciales.
- Garganta y vías respiratorias. Las bajas temperaturas producen que las defensas del cuerpo disminuyan. Por tanto, la capacidad de resistencia a virus y bacterias asociados a enfermedades respiratorias. Una exposición prolongada al frío puede elevar la presión arterial y acentuar el riesgo de eventos cardiovasculares. Llevar a cabo una dieta equilibrada rica en frutas, verduras y alimentos con antioxidantes puede ayudar a proteger los pulmones, la piel y el sistema cardiovascular. Las vitaminas C y E de la naranja o el pomelo, así como las infusiones de té verde o jengibre ayudan en la defensa del organismo y al refuerzo del sistema inmunológico. Asimismo, hay que prestar especial atención a cubrir zonas del cuerpo especialmente expuestas al frío, como garganta y vías respiratorias, que es donde se encuentran los mecanismos de defensa del sistema respiratorio.
- Sistema esquelético-muscular. Aunque no hay ninguna evidencia de que el clima influya en las causas de las enfermedades reumáticas, sí es cierto que el frío, las lluvias y la humedad hacen que los músculos se contraigan provocando contracturas y dolencias musculares y aumentando la sensación de dolor sobre las personas que padecen problemas articulares. Mantenerse activo, evitar los cambios bruscos de temperatura y abrigarse bien ayudan a reducir los dolores en las articulaciones. Al mismo tiempo, durante esta época del año aumenta el riesgo de caídas por las lluvias o la aparición de placas de hielo. Para evitar lesiones más graves, es importante prestar atención cuando se sale a la calle y usar calzado antideslizante, especialmente en los grupos más vulnerables, como personas mayores, o con problemas óseos.
- Piel. El frío afecta a la piel, pero es más notable en aquellas que son atópicas o sensibles. La sequedad ambiental y el contraste de temperatura favorecen la deshidratación cutánea y la aparición de irritaciones, eczemas, inflamaciones o, incluso, dermatitis. En este sentido, es importante no abusar del agua caliente durante la ducha, hidratar la piel a diario, usar protector solar y proteger las zonas expuestas con ropa de abrigo. Por otro lado, destacar que algunas personas tienen alergia al frío y desarrollan urticarias al estar en contacto con temperaturas bajas. Ante esta situación, además de seguir los consejos anteriores, es importante consultar a un profesional de la salud y recibir un tratamiento adecuado.
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