La frustración es parte de la vida. Cuanto antes se aprende a lidiar con ella, más se fortalece la salud mental.
Los adolescentes hoy en día son menos maduros que en generaciones anteriores. La pandemia les ha separado de sus iguales y les ha empujado a una hiperconexión tecnológica. Pero también hay un componente de sobreprotección paterna.
La inteligencia emocional se aprende en casa
“La inteligencia emocional antes se enseñaba en casa. Ahora no dejamos que los adolescentes se aburran o se frustren. Vivimos en una época de gratificación y solución instantánea que conduce a que nuestros adolescentes no sepan cómo gestionar las emociones ni cómo manifestarlas”, explica Darío Casimiro, responsable de la Unidad de Adolescentes del Hospital Sanitas La Zarzuela.
Esta inmadurez conduce a una incapacidad para gestionar la frustración. “La autoexigencia social, el espejo deforme de las redes sociales y la ausencia de control de los impulsos pueden conducir a trastornos del ánimo, como la depresión”, ha apuntado el especialista.
Estar triste no es estar deprimido
Casimiro también subraya que hay que ser riguroso en la definición de los estados. “Estar triste no es estar deprimido”. En situaciones de tristeza vital algunas personas sienten que no pueden escapar de ella. “Esto no es una depresión, salvo que vaya a más”. Existen modos para tratar esta situación y evitar que degenere.
La visibilidad de la salud mental
Los adolescentes actuales no perciben tanto estigma sobre la salud mental como en generaciones anteriores. “El hecho de que personalidades públicas de distintos ámbitos hablen abiertamente de problemas de salud mental, ayuda a cambiar la percepción tradicional en este país sobre la salud mental. El beneficio de esta visibilidad compensa con mucho los posibles riesgos de la frivolización de la salud mental”.
¿Qué ocurre con la rebeldía adolescente?
“Hay cosas que no cambian, claro. Esta generación también es rebelde. Pero el impacto de la pandemia es muy claro: de la noche a la mañana se han visto obligados a permanecer encerrados con su familia (en un momento de sus vidas en la que cualquier adolescente intenta separarse), sin contacto físico con sus iguales. Hay que vivir sus dramas con sentido común. Sin olvidar que hay padres que, con su sobreprotección, la ausencia de límites y orden, también magnifican estas situaciones”. Esto no ayuda en absoluto a gestionar la frustración.
Trastornos de la conducta alimentaria
Los trastornos de la conducta alimentaria son otro capítulo vinculado con esta fase del desarrollo. “Volvemos a hablar del refuerzo que la sociedad actual y el valor de la imagen percibida provoca en los adolescentes. Son más conscientes de la importancia de cuidarse, no tanto por aspectos estéticos como por la necesidad de estar sano.
Esta unidad también aborda otras situaciones de salud, con un marcado enfoque preventivo. “Hay un dato demoledor: la inmensa mayoría de las patologías graves que aparecen en la vida adulta se podrían evitar durante la adolescencia. Diabetes, obesidad, patología cardiaca, hipertensión… Situaciones de salud que nos restan calidad y años de vida y que son perfectamente evitables”.
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