La plena inclusión de las personas con discapacidad se ha convertido en todo un desafío para las sociedades contemporáneas. Si bien los datos de empleo han experimentado una notable mejoría durante las últimas décadas, aún estamos lejos de alcanzar las cotas deseables de participación en el ámbito laboral.
Próximos al Día Internacional de la discapacidad (3 de diciembre), la Fundación Adecco ha realizado un pronóstico con el fin de de vaticinar el año en el que se pueda hablar de plena inclusión. Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación: “se trata de una aproximación empírica y de ficción que, sin ánimo de ser rigurosamente exhaustiva, predice cómo podría evolucionar el empleo de las personas con discapacidad, partiendo de la situación actual. Nuestro objetivo es generar diálogo y servir de estímulo para potenciar iniciativas que impacten de forma real en la plena inclusión”.
Un viaje de 231 años
La inclusión laboral de las personas con discapacidad no se producirá hasta que su participación en el empleo sea similar a la del resto de la población. Actualmente, un 64,8% de las personas con discapacidad en edad laboral no tiene empleo ni lo busca, porcentaje que desciende hasta el 22% entre la población sin discapacidad, según el informe El empleo de las personas con discapacidad del INE, 2017.
Con anterioridad a los años 80, la participación de las personas con discapacidad en el empleo era residual. La Ley de integración social del minusválido (actualmente LGD) aprobada en el año 1982, supondría un antes y un después, estableciendo la obligatoriedad de incorporar, en las empresas de más de 50 trabajadores, un porcentaje de profesionales con discapacidad no inferior al 2%. Sin embargo casi 4 décadas después, las personas con discapacidad siguen encontrando grandes obstáculos de acceso al mercado laboral.
Si bien alcanzar una participación idéntica de las personas con discapacidad en el empleo se antoja complicado, la aspiración debe ser alcanzar unas cotas de participación lo más elevadas posible. Basándonos en la progresión de los últimos años y asumiendo un criterio lineal, esta actividad del 70% para las personas con discapacidad se alcanzaría en 171 años, es decir, en el año 2189.
Para hablar de plena inclusión, esta actividad debería ir acompañada de un volumen de contratación similar al del resto de los ciudadanos. Teniendo en cuenta que el año pasado las personas con discapacidad firmaron 110.068 contratos (SEPE, contratos a colectivos especiales 2018) y constatando que éstos crecen a un ritmo de 47.465 contratos por década, podríamos hallar el número de años que habrían de transcurrir para alcanzar este nivel deseable, es decir, hasta 2249.
Hacia la plena inclusión: 5 grandes retos
El avance hacia la plena inclusión será una realidad si todos los actores sociales asumen un compromiso real y certero con 5 grandes retos. Sólo si se afrontan los siguientes desafíos el pronóstico podrá cumplirse, incluso acelerarse.
Accesibilidad Universal. Para hablar de Accesibilidad Universal es necesario dar a la tecnología una dimensión más social; apostar por el Diseño Universal, de forma que no sea necesario adaptar entornos, bienes o servicios.
Educación inclusiva. Buscar la equidad y la excelencia para todos los alumnos, reconociendo su derecho a compartir un entorno educativo común en el que todas las personas sean valoradas por igual. “Sin desestimar la importante misión de la educación especial, actualmente asistimos a un desequilibrio, dado que no se invierte suficiente en educación inclusiva: la ausencia de recursos en las aulas, los apoyos deficitarios o las dificultades de un profesorado sin formación específica, frenan el acceso de los alumnos con necesidades especiales a las escuelas ordinarias”, destaca Mesonero.
Objetivos de Desarrollo Sostenible. En septiembre de 2015, los líderes internacionales asumieron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible con el horizonte puesto en 2030. Algunos de estos objetivos son el fin de la pobreza, la educación de calidad o el trabajo decente y crecimiento económico, todos relacionados con la plena inclusión de las personas con discapacidad.
Políticas de bienestar social y políticas activas de empleo. Las políticas activas de empleo son el instrumento para prevenir el desempleo y configurar el funcionamiento de un mercado laboral más eficiente. Las políticas de Bienestar Social constituyen el complemento esencial a las políticas activas de empleo, para lograr una igualdad real y efectiva. Las personas con discapacidad corren el riesgo de estar más cerca de la dependencia económica, la pobreza y la exclusión social, por sus mayores dificultades de acceso al empleo y por el sobrecoste que supone la discapacidad para resolver los problemas de la vida cotidiana.
Compromiso empresarial. El ciclo de inclusión de una persona con discapacidad empieza y termina en la empresa: sin la sensibilidad y el compromiso del tejido empresarial, la inclusión de las personas con discapacidad no podrá producirse o será deficitaria, nunca sostenible en el tiempo. En este sentido, y para que la inclusión se produzca con garantías, es vital que las empresas abanderen un cambio cultural.