De cómo una simple táctica publicitaria (que ni el mismísimo creador se cree), se convirtió en una sugestión que nos ha llevado hasta la depresión. Pero, ojo, porque algunos la viven en carne propia. Incluso llegando a buscar el santo grial de su estado en Google. Aunque no de manera uniforme: hay algunas comunidades españolas que lo sufren más que otras.