Patinetes eléctricos, monociclos, hoverboards, segways… Los Vehículos de Movilidad Personal (VMP) forman parte de nuestro paisaje urbano desde hace apenas dos años. En ese plazo han sembrado el caos en las ciudades. Aunque es cierto que las ventajas de estos vehículos son numerosas —son económicos, ligeros, no contaminan, no necesitan seguros ni permisos para circular por nuestras ciudades—, la falta de experiencia de muchos de sus usuarios y la ausencia de una normativa homogénea ha convertido calzadas y aceras en el paradigma del desorden.
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